lunes, 26 de marzo de 2018

LEYENDO CON LOBOS

 Aquí tenéis los libros que adornan mi mesita de noche estos intempestivos y lluviosos días de marzo. "La primavera de SOCO", de Dave Langlois y editado por TUNDRA, espera ansiosa (al igual que yo mismo) nuestro íntimo encuentro en próximas fechas.
Pero mi más reciente lectura ha sido "Observaciones de campo del lobo ibérico" de José Barrueso. Aún tengo calentitas en mi mente las andanzas y encuentros de Pepe con sus lobos en tierras de Castilla, relatos en los que nos transmite todo su amor, respeto y admiración por nuestro querido cánido.
Un libro de autor en el que se recogen esos encuentros con lobos en libertad, observados con curiosidad y total respeto, y en los que podemos adivinar muchos de sus comportamientos que solo pueden ser interpretados correctamente por un avezado naturalista como José Barrueso.
Siempre es un placer conectar mediante la sosegada y disfrutada lectura al calor del hogar, con alguien que tiene una visión muy similar a la tuya en temas de naturaleza y conservación.
¡Enhorabuena por tu libro, Pepe!

Lobo ibérico (Canis lupus signatus)
Hablando de lobos, me apetece compartir con todos vosotros el relato con el que colaboré en el libro coral "Encuentros con lobos" editado por Tundra. Un total de 38 naturalistas relatamos nuestro encuentro más inolvidable o singular con el superpredador ibérico. Si os interesa podéis haceros con él desde la página de TUNDRA.

LA MONTAÑA SAGRADA

 Si lo pienso un poco… sí, creo que el lobo es mi animal favorito. No soy muy partidario de hacer listas o rankings pero es casi inevitable plantearte en alguna ocasión esta cuestión, aunque solo sea para satisfacer la inagotable curiosidad de tus hijos. Además no me sería demasiado complicado adornar de mil razones el motivo de mi elección.
 Un animal que nos acompaña desde tiempo inmemorial en forma de cuentos, fábulas o canciones, tiene un hueco por pleno derecho en nuestro imaginario colectivo y, de algún modo, forma parte de nuestras vidas. Toda esta literatura no ha tratado con demasiada justicia a nuestro protagonista que ha sido vejado y vilipendiado sin compasión, reservándole únicamente y sin opción a la reinserción el papel de malo de la película. ¡A esto habría que ponerle remedio de inmediato! Porque, para su desgracia, el lobo es un magnifico predador que tiene la mala costumbre de habitar en muchas ocasiones demasiado cerca de su archienemigo, el hombre; y para más inri la de compartir su gusto por la carne roja poco hecha. Así que lo que nos enfrenta a ambas especies es en realidad lo que, mirado más amablemente, también nos une. ¡Qué paradoja!
 De hecho hace muchos miles de años algunos lobos se acercaron más de lo habitual y aconsejable a los asentamientos humanos en busca de alimento fácil y, ¿en qué creéis que desembocó esa osadía aparentemente suicida? Efectivamente, ese encuentro dio lugar a los primeros ejemplares de nuestros inseparables y amados perros. Y, ¿no es acaso el perro el mejor amigo del hombre? ¡Cómo no querer a los “abuelos” de nuestras fieles y cariñosas mascotas! Porque los lobos son los perros que decidieron conservar su libertad, su dignidad e independencia. Y por eso me gustan tanto.
 Yo me siento un poco lobo, o al menos admiro mucho de su carácter e idiosincrasia. Un superviviente nato, con una compleja vida social que sorprendería a más de uno; amo y señor de vastos territorios en  paisajes que inspirarían al escritor más adormecido o falto de talento, además de uno de los animales más bellos y elegantes sin discusión. Además regula de forma natural, sin darse importancia, la salud y el tamaño de las poblaciones del resto de fauna con la que comparte hábitat. Así es el lobo. Para muchos, entre los que me incluyo, la autentica joya de nuestro Patrimonio Natural. Una especie de la que sentirse orgulloso por ser clave en los ecosistemas en que habita consiguiendo que no se colapsen, controlando las poblaciones de ungulados que proliferarían en su ausencia degradando la cubierta vegetal de forma irreversible, con las innumerables y negativas consecuencias que esto acarrearía para el medioambiente y que serían muy prolijas de enumerar aquí.
 Existen también razones menos racionales para querer al lobo, más románticas, como es poder presumir ante todo el mundo de conservar una especie tan emblemática superando todas las dificultades que ello conlleva y, además, destacar que el lobo haya decidido no abandonar nuestro terruño a pesar de las constantes presiones a las que se ha visto sometido. Su vida pende de un hilo y sería imperdonable que, desde nuestra posición hegemónica en el planeta (hemos recién inaugurado el Antropoceno), no fuésemos capaces de salvar al lobo y la mística que le acompaña.
 Cada cierto tiempo me invade una irrefrenable necesidad de “echarme al monte”, dejar a un lado las comodidades de la vida moderna y las consabidas obligaciones diarias  para sumergirme en la Naturaleza aunque sólo sea por unas horas, días en el mejor de los casos, en los que consigo desconectar completamente de la rutina. Para ello se me ocurren pocos lugares mejores que la montaña cántabra, con paisajes extraordinarios y con una excelente representación de la fauna autóctona del norte peninsular. La simple idea de atravesar un territorio lobero me hace soñar con un encuentro fugaz, un cruce de miradas entre la bestia y yo… ¡me estremezco sólo con pensarlo! Sé que realmente me tendré que conformar con intuir su presencia, a lo sumo descubrir algún rastro y disfrutar con la certeza de que el lobo está allí aunque nunca le vea, como un fantasma que te vigila. Para estas escapadas de lo cotidiano, terapéuticas para cuerpo y mente, casi siempre recurro mi amigo Jesús que, no por casualidad, comparte conmigo esa necesidad de sumergirse en tierras salvajes y empaparse de naturaleza prístina. También es un enamorado como no podía ser de otro modo de ese indómito animal, símbolo de libertad, que es el lobo.
 Particularmente recuerdo una excursión que, a pesar de conocida, preparamos con renovada ilusión. Una nueva tentativa de ascenso al Cornón de aquella Peña, cuya cima se nos resistía y en la que ya habíamos fracasado en dos ocasiones, una por falta de tiempo, atrapándonos la noche durante el descenso, y otra debido a una densa niebla que habría impedido orientarse correctamente a cualquier aspirante a explorador que lo intentase. Para la ocasión preparamos con cuidado el material necesario, crampones incluidos, ya que podríamos encontrarnos con placas de hielo durante la ruta en esa fría e incipiente primavera.
 Despuntaba el día y ya nos encontrábamos en el punto de partida, abrigados exageradamente de los pies a la cabeza, apenas dejando un pequeño resquicio para que la luz llegara a nuestros ojos. La mayoría de los excursionistas con los que nos tropezamos de ordinario, afrontan la ruta con un único objetivo; alcanzar la cima en el menor tiempo posible, más como una experiencia deportiva que como un acercamiento intimo y personal a la Naturaleza. Nosotros disfrutamos enormemente caminando pausadamente, con deleite, por parajes únicos, con los sentidos a pleno rendimiento tratando de descubrir los secretos que el bosque o la montaña quiera desvelarnos. De este modo nuestras travesías suelen alargarse más de lo recomendable a pesar de los consabidos madrugones, parando a cada pajarillo que revolotea ante nuestros ojos, interpretando cada huella o excremento que aparezca en el camino, o disfrutando con la huída furtiva de un zorro cuyo territorio de campeo estábamos profanando sin querer.
 Aquel día no iba a ser menos, y acumulábamos  considerable retraso en la subida por “culpa” de carboneros palustres, corzos y un lejano picamaderos negro al que sorprendimos mientras se alimentaba en un viejo tocón repleto de nutritivas termitas. El día era luminoso y nuestras botas se hundían cada vez más profundamente en la nieve reblandecida por el calor, obligándonos a acelerar el paso para no fracasar de nuevo en nuestra deseada cumbre. Jesús abría penosamente huella en el manto blanco de nieve virgen, mientras yo me limitaba a seguir sus pasos sin apenas levantar la mirada, concentrado en el esfuerzo. Llegamos a una zona por la que serpenteábamos cogiendo altura poco a poco; recta de 50 metros, curva de 180 grados, recta de 50 metros, curva de 180 grados… cuando en un giro a la derecha y mientras paramos para tomar aire y recuperar el resuello, sucedió.
 A unos 300 metros y atravesando una gran pala de nieve destacaba el trote lobero con que tantas veces habíamos soñado. El precioso animal, nuestro primer lobo en libertad, se detuvo bruscamente y nos observó con altiva desconfianza, como desafiándonos desde el altozano. Nos aguantó la mirada con la templanza de quien se sabe seguro desde su atalaya y, ese mágico momento que no duraría más de 15 intensos segundos, se me grabó a fuego en la memoria, recordándolo en estos momentos, mientras lo escribo ante el ordenador, como si hubiese sucedido hace apenas unos días. Unos pocos metros por detrás avanzaba elegante otro lobo, alcanzando al primero y descendiendo ambos veloces, ingrávidos, como en una coreografía, atravesando zonas de brezal sin nieve donde los cánidos parecían desaparecer para mostrarse  nuevamente a los pocos metros en neveros delatores, adentrándose por una estrecha valleja hasta desaparecer en un pequeño y, desde ese momento, mágico e inolvidable robledal.
 Jesús y yo nos miramos, y casi sin articular palabra nos fundimos en un emocionado abrazo. El encuentro tantas veces soñado había sucedido en ese mismo instante y en un paraje de ensueño. Lo de menos fue que la cima se nos volviese a resistir. Aquel lugar trascendió de lo cotidiano y desde aquel día, aquella Peña se transformó para siempre en la Montaña Sagrada de Cantabria, hogar y lugar de encuentro con nuestro más legendario y totémico animal.
Ernesto Villodas

6 comentarios:

  1. Gracias por tus recomendaciones. El libro de J.Barrueso lo tengo y me encantó. Intentaré conseguir el otro.
    Me ha emocionado leer tu encuentro con esos dos lobos. ¡Que suerte!

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  2. ¡Y se me olvidaba decir que también me apetece muchísimo leer tu libro!

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    1. Muchas gracias por tus palabras!! Si consigues mi libro espero que no te decepcione.

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  3. Hola Ernesto. Muchísimas gracias por tus palabras. Me enorgullece que te guste el libro; después de tanto trabajo es muy reconfortante recibir palabras como las tuyas. Te lo agradezco enormemente. Tu encuentro con el lobo es un momento único, de los que quedan grabados para siempre. Enhorabuena y muchas gracias.

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    1. Muchas gracias por el comentario, Pepe!! Es un placer leer temas relacionados con nuestra naturaleza y más cuando están escritos desde la pasión y el amor. Enhorabuena

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  4. Muchas gracias también a la persona del primer comentario. Gracias por leerlo. Un saludo.

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